Toda Dirección
de empresa o Gerencia debe tratar de aumentar la productividad de la actividad
y de los trabajadores que la componen. El objetivo no es otro que obtener un
retorno de la inversión y minimizar los gastos de forma que se beneficie el
conjunto de la empresa y sus trabajadores. Pero muchas veces se realizan excesos
de jornadas sin conocer que las mismas repercuten de forma negativa en la
productividad y por lo tanto se aleja el objetivo del retorno de la inversión y
aumentan los gastos.
Son muchos los
estudios que indican que hay una clara incompatibilidad entre la productividad
y las horas extras o excesos de jornada. La productividad de los trabajadores es una forma de medir
la eficiencia de una organización, pero esta queda condicionada por varios
factores, principalmente, la fatiga física y mental, entre otros. Estos estudios
y sus investigadores han concluido que jornadas superiores a las 8 horas
diarias o 40 semanales disminuyen la productividad entre un 12 y un 17%, según
el tipo de trabajo.
El gobierno nipón,
aprobó en abril de 2015 y entrada en vigor en 2016, con la aprobación del
parlamento japonés, una normativa que limita la retribución de las horas extras
de los trabajadores asalariados, con el fin de promover la productividad y
evitar la práctica extendida en este
país de la prolongación de las jornadas de trabajo. Es decir, no más de 40
horas a la semana para todas las profesiones, con alguna excepción. Esta es una
medida del primer ministro Shinzo Abe, que pretende reformar el mercado laboral
nipón, como estrategia basada en el rendimiento y la productividad y no en la
horas de presencia en los puestos de trabajo.
Pero la
relación entre las horas extraordinarias y la productividad no es un tema
novedoso, son mucho los investigadores, asociaciones empresariales, sindicatos
y universidades, que vienen alertando y demostrando que las horas extras no
solo son inútiles, sino que son perjudiciales para la salud, además de resultar
improductivos aquellos trabajadores que las realizan de forma habitual, por ser
innecesarias y no mejorar la productividad. La prolongación de la jornada y la
realización de horas extras obedecen más a una tendencia de una cultura errónea
de fidelidad a la empresa, que a la eficiencia en el trabajo.
En 1962 la
Camara de Comercio, publico un documento que trataba de las ganancias de la
productividad a consecuencia de la reducción de las horas de trabajo. Parece
que en España está bien visto quedarse más tiempo en la oficina que el propio
jefe, sin embargo este tiempo no es rentable ni productivo. La presencia en el
puesto de trabajo, no garantiza el rendimiento adecuado en una organización,
por lo tanto no tiene justificación.
Robert Owen nacio el 14 de mayo de 1771 y fallecio en 1858, fue un empresario británico, en el siglo XIX, promovió la teoría de que la calidad del
trabajo tiene una relación directa con la calidad de vida, defendiendo las tres
partes iguales de un día laborable. Lo hizo en su primera fábrica de Escocia.
Casi treinta años después del fallecimiento de Owen, en 1886, siendo presidente
Andrew Johnson, fue quien estableció la jornada laboral de 8 horas diarias con la
Ley Ingersoll, pero el incumplimiento de los empresarios americanos, provoco
las primeras propuestas de los trabajadores de Chicago, donde realizaron huelgas y manifestaciones con una extensión
del conflicto que afecto a mas de 400.000 trabajadores y 5.000 huelgas, todas
ellas realizadas el 1 de mayo, motivo por el cual hoy en día, se celebra el día
Internacional del Trabajo, en homenaje a los Mártires de Chicago. En España
pasaron otros 30 años hasta que en 1919 en Barcelona se aprobó un decreto donde
se reconocía la jornada laboral de 8 horas.
El Wall Street Journal publico un artículo de la
escritora Laura Vanderkam que decía: "vivimos
en una sociedad competitiva y preferimos lamentar nuestra falta de sueño, descanso
y el exceso de trabajo para demostrar que estamos dedicados a nuestro trabajo
al cien por cien, eso sí, de forma solo presencial. Lo cierto es que los
trabajadores terminan mostrando síntomas de cansancio y fatiga, poco tiempo
libre para la vida social y familiar y una desmotivación, y estrés, que hace
que baje de forma importante su rendimiento en el trabajo y por ende la
productividad.
Andrew Bauer,
director ejecutivo de Royce Leather, empresa que se dedica a la fabricación de
artículos de cuero desde 1974 en Nueva Jersey de Estados Unidos, de gran
prestigio por la calidad de sus artículos, una vez tomó las riendas de la
empresa en sustitución de su padre, observo que en la medida que sus
trabajadores prolongaban el tiempo de trabajo disminuía la productividad. Ante
esto realizo un experimento a la inversa, es decir, comprobar que si al reducir
el tiempo de trabajo, aumentaría la productividad. Bauer realizo una prueba con
15 de sus trabajadores quienes estuvieron realizando una jornada de 7 horas diarias,
los resultados no se hicieron esperar, sin merma económica, la producción y la
productividad aumentaron un 15%, elevo la motivación del equipo de producción,
mejoro la eficiencia de sus líneas, los trabajadores estaban más descansados y
tenían más tiempo para sus familias.
En Gotemburgo,
cuidad de Suecia, en julio del año pasado se adopto a modo de experimento, la
realización de una jornada laboral de 6 horas diarias, una prueba que durara un
año, es decir unos trabajadores realizaran 6 horas diarias y otros seguirán con
su jornada habitual de 8 horas. Se trata de comprobar si los trabajadores que
realizan 6 horas pueden alcanzar los mismos objetivos que con 8 horas. Si esto
fuese así, el aumento de la productividad sería superior al 25%. Pronto sabremos
las conclusiones del estudio, ya que hay muchos ojos puestos en este
experimento.
Jody Miller
Greenstone, directora ejecutiva de Business Talent Group, consultara a nivel
internacional, en su equipo tiene personal con diferentes jornadas de trabajo,
desde 10 hasta las 40 horas, y comenta que la clave está en saber cuánto tiempo
lleva cada tarea de las asignadas a cada cual. Dice que un gerente debe
asegurarse que la gente no trabaje demasiado, porque si lo hacen no quedan
satisfechos. Esta opinión es compartida por Debbie Carreau, directora ejecutiva
de Inspired HR Ltd de Canadá. Manifiesta que más no significa mejor y que las
personas no son productivas después de una semana de 37 horas.
Los expertos psicólogos del trabajo defienden que hay una gran diferencia
entre invertir más horas de trabajo de forma puntual y trabajar más de 40 horas
de forma habitual. Ya que no solo es improductivo sino que daña a la
organización y al trabajador. Lo que al final se está convirtiendo en
una realidad, es el reparto del tiempo de los días de trabajo, tres partes
iguales, 8 horas para trabajar, 8 para descansar y 8 de tiempo libre. Ya son
muchos los expertos que coinciden en que la productividad varia a lo larga de
la jornada y que la mayor se alcanza entre las 5 y 6 primeras horas y que a partir
de ahí esta disminuye pudiendo llegar a ser negativa, o que el nivel de errores
y riesgo aumenta conforme aumenta la jornada.
Pero la Organización Internacional del Trabajo (OIT), profundiza aun mas en sus diversas publicaciones, Tiempo de trabajo
decente y Tiempo de trabajo productivo. De estos documentos se pueden extraer
conclusiones de interés. Las largas jornadas no garantizan una mayor eficiencia y
competitividad, todo lo contrario, afectan de forma negativa a la productividad,
ya que desmotivan a los trabajadores y realizan rendimientos bajos, además de
aumentar el ausentismo laboral, por fatiga crónica, estrés, problemas
emocionales y sociales. La OIT, recomienda jornadas laborales flexibles y un horario de trabajo decente, que
permita horarios más sociales para los
trabajadores y sus familias.
Parece que hay razones más que suficientes para
asegurar que la reducción de largas jornadas o la eliminación de las horas
extraordinarias, se convierten en ganancias debido al aumento de la
productividad. La clave está en la organización adecuada de las horas de
trabajo en función de cada actividad, economía del tiempo y optimización de los
recursos, ya que al tener mejores horarios para poder atender asuntos
personales y familiares, se incrementa el compromiso con la empresa y se
garantiza un mayor rendimiento.
¿Qué nos hace pensar que estamos libres de
estos estudios, opiniones y teorías? ¿Qué ocurre en España con las jornadas de
trabajo?
La realidad de nuestras empresas a consecuencia de la crisis, es que,
con menos empleados, con menos sueldos y con mas jornada se pretende sacar la
misma cantidad de trabajo, y si pudiera haber visos de eficacia, no hay ninguna
duda de que la eficiencia brilla por su ausencia, por lo que no hay productividad,
valor este que nos alinea con la competitividad y una de las claves de éxito
para nuestras empresas.
La posibilidad de combatir el desempleo está servida. Y a los seguidores
de este blog, si recuerdan la primera parte del artículo, podrán concluir que
el reparto del trabajo en España es una necesidad que solo aporta beneficios a
nuestro país.
En España en 2008, según datos de la EPA, se realizaron 9,4 millones de
horas extras a la semana, con 16,9 millones de asalariados, de estas 5,7
millones fueron retribuidas y 3,7 millones sin retribución ni compensación. (No
se contemplan los excesos de jornada que han sido compensados con descanso). La
suma de unas y otras equivale a un total de 413,6 millones de horas al año.
Convertido en jornadas de 8 horas diarias la cifra resultante es de 51,7
millones de ellas, que equivalen a 235.000 jornadas anuales, el doble
semestrales y casi un millón trimestrales. En 2012 estos datos variaron a la
baja, a consecuencia de la crisis, con una disminución del 45% en cuanto a las
horas extras se refiere, pero también se dio una reducción del 15% de los
asalariados. Sin embargo en 2015, con un aumento del 4% de los asalariados con
respecto a 2012, la tendencia de la realización de las horas extras y excesos
de jornada, vuelve a experimentar un aumento con respecto a 2012 del 21%, de
seguir este ritmo pronto se alcanzaran los valores de 2008, donde la media de
exceso de jornada o de horas extraordinarias por trabajador asalariado fue de
25 horas anuales.